¿Qué es la drogodependencia? Por droga entendemos cualquier sustancia que, al entrar en el organismo, cause una modificación en este. Por tanto, el alcohol y el tabaco entran dentro de esta clasificación de drogas, aunque sean legales y estén aceptadas socialmente.
La comunidad científica distingue tres tipos de comportamientos de consumo: uso, abuso y dependencia o adicción. No todos los consumos entrañan los mismos riesgos. Estos también dependen de la vulnerabilidad del consumidor, del tipo de sustancia, de la cantidad consumida, de la frecuencia y del contexto de consumo. Estudios que hablan de unos factores genéticos que influyen no en el consumo de drogas, sino en la creación de una adicción hacia las mismas. Importantes son también los factores ambientales, el ambiente familiar, el colegio o el entorno cercano.
La adolescencia es el período elegido por la mayoría de personas para probar las drogas. Esta es una época convulsa, llena de cambios, de experimentos y de reafirmación de uno mismo. Al probar las drogas, se corre el riesgo de desarrollar una adicción.
En el 2013 murieron 1.228 personas en accidentes de tráfico y la mayoría eran entre 30-40 años de edad mayormente varones. Y en los dos últimos años ha incrementado la ingesta de drogas. Las personas que solicitan ayuda ante la adicción de las drogas son hombres de 31 años solteros, con estudios primarios y consumidores de cocaína y que empezaron a consumir entre 15-18 años. Las falsas creencias sobre las drogas son por ejemplo: “el consumo de drogas se puede controlar, dejar las drogas no es tan difícil, el consumo de las drogas afecta solo a los jóvenes…”.
Testimonio sobre drogodependencia
Aquí tenemos un testimonio bastante interesante que te puede hacer replantear el consumo de las drogas:
«Empecé a fumar cannabis con 14 años. Solo lo hacía de vez en cuando y siempre en compañía. Nos reuníamos todos, supuestamente, para jugar a las cartas, pero en realidad lo que nos llevaba allí eran las ganas de fumar. Aunque esto lo veo claro ahora, porque antes creía que controlaba. Me encantaba esa sensación de pasarnos el porro, me hacía sentir muy unido a mi gente. Años después, comencé a fumar a diario, solo por las noches, para acabar, más tarde, fumando entre seis y ocho canutos diarios.
Sé que muchos pensaréis que no es tan grave, que los porros no tienen tantos efectos perjudiciales como otras drogas. Y puede que así sea, pero lo peor es verte convertido en su esclavo. Yo no concibo la vida sin cannabis, no se estar en mi casa sin fumar, ni tampoco en la calle. Algunas novias que he tenido se han acabado cansando de mi apatía. De verme siempre tirado en el sofá, metido en mi mundo. Porque en ese momento me apetecía más eso que salir a cenar con ellas. He pasado largas temporadas desconectado del planeta, fumado, metido en mi casa y sin llamar a nadie. Nada me motivaba más, ni ver a mi gente, ni cualquier plan, que estar fumado.
Es verdad que no todo el mundo acaba así, hay quien puede ser más moderado, pero hay otros muchos, como yo, que no sabemos, no queremos o no podemos. Espero que este no sea nunca tu caso. No banalices la adicción psicológica al cannabis, puede ser igual o más fuerte que la de drogas aparentemente más peligrosas.»